Kron escuchó la voz en el alto parlante, el anuncio de que una bomba estallaría en los próximos dos minutos, su corazón se aceleró, había estado aburrido todo el día, ahí sentado bajo el sol, sus oídos vibraron con el sonido de esa voz, miró hacia adentro de la estación, la gente comenzaba a salir desorbitada, corriendo, chillando, gritando y aplastando todo a su paso, pero él no, él bajaba en contra de todos, empujando a todos, el bajaba, “quiero ver donde esta la bomba” decía muy felizmente, como siempre, se abalanzó sobre todos y cayó como en una ola.
De improviso se puso de pie una chica de aspecto muy delgado, incluso ojeras habían en su rostro, cabello largo y castaño, que sufría de una leve, tirada para media, paranoia, lucia jeans gastados y una polera roja, y le gustaban los accesorios que la hacían lucir como si estuviera fumando, tenia un tatuaje tribal que sobresalía de su vientre, se puso muy nerviosa y empezó a correr hacia el ascensor, pero se dio cuenta que por alguna razón este no funcionaba, por lo que corrió hacia las escaleras, pero una gran multitud le impidió el paso.
Mientras tanto el joven Elías Blanco, quien estaba plácidamente sentado en una de las sillas de la estación, veía a la gente pasar gritando, y simplemente los observaba correr y atropellarse los unos a los otros, y felizmente pensaba, “Bueno si esta vida tiene que acabarse de alguna forma al menos va a ser con una explosión” Sin embargo su atención fue súbitamente captada por un joven de cabellos rojos como el fuego, que por cierto lo atrajo bastante, y que casualmente iba surfeando por el mar de gente.
Rei estaba sumamente calmado, y pensaba “bueno, si alguien tiene que resolver esto, pues entonces tendré que buscarme un chivo expiatorio con mucho valor, ya que yo en este planeta no puedo dejarme notar”
El alto parlante sonaba, pero ella no lo escuchó, miraba a la gente correr desesperada, pero no le llamó mucho la atención, estaba acostumbrada a la paranoia que se vive en Viña a las siete de la tarde en la estación del metro en pleno verano, y al ver que la gente trataba de huir del lugar, se paró y prefirió esperar para ver lo que venía.
A Daniel por su parte, no le importaba morir, ya que se terminaría todo el sufrimiento que tubo y recordaba de su infancia, por el maltrato de su padre, el cual afortunadamente estaba encarcelado por femicidio.
Paralelamente a lo ocurrido en la estación, se encontraba en el tejado de esta, una joven de apariencia extraña, lucía un cabello largo y platinado, sus ojos cambiaban de color de acuerdo a sus sentimientos, su piel era tan clara y tan perfecta como la porcelana, mas su ropa era andrajosa a excepción de unos pequeños zapatos de bailarina que brillaban como la luna, extraños y llenos de incrustaciones de joyas, esta chica al oír lo que sucedía no se alteró demasiado, pero trató de buscar una salida ya que su vida corría peligro, también pensó en que ocurriría con las demás personas, pero era tal el rechazo que sentía por ellos, y por la sociedad entera que decidió no prestar atención a lo que ocurría con los demás, entonces buscando una manera de escapar dado que el tiempo era muy corto, decidió hacer acopio del poco conocimiento que tenia en cuanto a sus poderes mágicos, ella abrió los ojos de par en par, miro hacia el horizonte, levanto su dedo índice se inclinó sobre el tejado y dibujó un pequeño cuadrado en el, luego este se alzó y convirtió en la manilla de una puerta, ella la abrió y repentinamente se encontró al otro lado de la calle en la que quedaba la estación, con esto ella descubrió que podía abrir portales lo que la convenció de que tenia un largo camino para descubrir todo su potencial.
